Hay días en los que las
experiencias y emociones se concentran de tal manera que serían necesarias
muchas páginas para intentar explicarlas, aunque desafortunadamente nunca se
llegaría a transmitir lo experimentado. Por eso, ¡qué importante es poder
vivirlas!. ¡Qué suerte tenemos los misioneros!
Hoy ha sido uno de esos días: al
acabar la misa de la mañana, con los numerosos fieles que han asistido, nos
hemos dirigido a casa de una anciana cristiana para compartir con ella la
comunión del Cuerpo del Señor. Esto es un signo de fraternidad que los no
cristianos admiran: “Mirad cómo se aman”.
Y de casa de Cecile, que así se
llama la abuela, todos hemos ido a visitar al jefe tradicional del pueblo: es
signo de respeto a la tradición con la que se convive en este pueblo. Y de allí
hemos llegado a casa del imán de Fô-Bouré como signo de encuentro y diálogo.
Por cierto, la segunda mujer del imán es hermana de un sacerdote y de una
religiosa. Signo de respeto entre los miembros de diferentes religiones cuando
se tiene voluntad de diálogo.
El desarrollo y la promoción no
pueden separarse de lo que es la auténtica evangelización. ¿No es anuncio
evangélico el trabajo desarrollado en el campo de la educación y la salud? ¿Y
dotar de agua, luz eléctrica, cooperativas y talleres de formación profesional?
Hoy hemos asistido a la inauguración del Centro de Salud y la Maternidad de uno de
los pueblos más poblados de la zona. En su construcción ha colaborado la Misión con la ayuda
financiera del ayuntamiento de Logroño y otros organismos.
Y la emoción ha continuado en la
visita a una comunidad cristiana de la etnia gandó. Después de la catequesis
una mujer ha dado su testimonio de seguimiento de Jesucristo a pesar de la
oposición de toda su familia. En la etnia peul son fieles al Islam y cualquier
conversión al Evangelio es una traición a su pueblo. Ella, solamente apoyada
por su marido, busca el Bautismo: muchos viven en el norte de Benin un martirio
incruento, siempre salvador.
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