16 de octubre 2012
* Adios al Obispo del Amazonas.
Estoy muy bien; viejo, pero como si tal cosa», decía Leovigildo Sáiz, sacerdote franciscano, el pasado 6 de febrero. Ese día celebraba su cumpleaños. Un aniversario especial, el que le permitió entrar en el selecto club de los centenarios. Lo celebró como sabía: rezando «por todos, que estamos muy necesitados de bien y de paz». El pasado domingo, Leovigildo se despidió después de una vida intensa. Una vida que arrancó en 1912 y que pronto le acercó a La Rioja. Con tan sólo 12 años, en 1924, ingresó en el seminario franciscano de Anguciana en donde comenzó una formación que culminaría en Perú. Allí, tras cruzar el charco en 1925, fray Odorico pasó por Lima y Ocopa para estudiar Filosofía y Teología y ordenarse sacerdote en 1937.
Perú, y más concretamente el alto Amazonas, le cautivó. «Ser franciscano y misionero era para él la razón de su vida», recuerda el sacerdote Justo García Turza. Y todo, recordaba el propio Odorico, porque un misionero se acercó a su pueblo «y me invitó a que le acompañara».
En Perú se dedicó a la enseñanza y fue, como recordaran sus compañeros en la celebración del 70 aniversario de su ordenación, «formador de estudiantes y profesores». Pero fue algo más porque Odorico se involucró con los pueblos de la zona y realizó numerosas expediciones a Satipo, Gran Pajonal, Tambo y Ucayali con la finalidad de estudiar la posibilidad de abrir camino a los ríos navegables.
Justo García Turza recuerda que «fue un obispo de hábito remangado, botas de agua, que usaba la barca como medio de transporte para ir de un poblado a otro. El alto Amazonas fue su hábitat y fue un franciscano enamorado de su gente».
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