20 de abril de 2015

Testimonio de una vocación de Indonesia.

Varias Hermanas de la Obra Misionera de Jesús y María ofrecieron su testimonio en la oración vocacional, el viernes día 17 en la Iglesia de San Bartolomé de Logroño. Compartimos sus testimonios 

Soy Hermana Heppian Nainggolan, de la Obra Misionera de Jesús y María. Nací en Sumatra, Indonesia, el 1 de enero de 1992. Éramos siete hermanos pero dos de ellos ya fallecieron. Yo soy la mas pequeña. Éramos una familia católica pero no muy practicante. Sólo íbamos a la iglesia  los domingos.  Mi padre es empleado en una fábrica de papel, situada en otra provincia. Normalmente venía a casa dos veces al año. Mi madre es ama de casa y campesina.
En mi casa llevábamos una vida normal, con los problemas normales de ca
da familia, porque somos muchos hermanos, y vivíamos en pobreza, pero la verdad es que tuvimos una infancia muy feliz.
Bueno, sobre mi vocación, yo de pequeñita ya quería ser monja, aunque no sabía ni conocía nada de la vida religiosa. Cuando tenía nueve años vi una monja desde lejos y me llamó mucho la atención. En mi pueblo y colegio, la mayoría son protestantes, pero cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, yo siempre respondía que quería ser monja. Cuando estaba en Secundaria, el colegio organizó unos días de convivencias durante dos días, para los alumnos católicos, aunque podían también asistir de otras religiones. La casa donde fuimos estaba dirigida por monjas. Era la primera vez que tenía relación con monjas y cuando estaba con ellas sentía mucha alegría y paz en mi corazón. A las monjas yo siempre las veía alegres y por eso pensé que el Señor siempre estaba con ellas.
Desde esa experiencia yo solo quería terminar pronto mis estudios para poder entrar en el convento y ser feliz como ellas. Así se lo decía a mi familia, que siempre me apoyaron, especialmente mi mamá.
Me interesé por conocer la vida consagrada y comencé a relacionarme con una monja que había en mi pueblo y me gustaba escucharla cuando me hablaba de la vida religiosa.
Cuando estaba en el Bachillerato, tuve un accidente muy grave y la gente pensaba que me moría, pero gracias a Dios, Él me protegió y solo tuve una hemorragia ocular.
Uno de mis hermanos se había ido a un convento y no pudo continuar su vocación, regresando a casa bastante enfermo.
Entonces yo había terminado el bachillerato y tenía intención de ir a cumplir mi deseo de ser monja, pero mi familia me pidió que me quedara para ayudar a mis padres a cuidar de mi hermano. Me costó mucho pero por amor a mi familia así lo hice, y busqué un trabajo. A los dos días de empezar a trabajar mi hermano falleció. Eso fue muy duro y le decía al Señor, ¿por qué tan pronto?, pero al mismo tiempo lo vi como una prueba.
Yo nunca había oído hablar de las Hermanas de la Obra Misionera de Jesús y María, pero un día, una monja que trabajaba conmigo me presentó esta Congregación y me dio el nº de teléfono. En marzo de 2010 llamé por teléfono y aunque muy nerviosa hablé con una de las Hermanas. Ella me preguntó si quería ser monja y yo respondí muy contenta que sí, pero que en Kupang era muy lejos. La hermana me dijo que si yo quería de verdad, no había ningún problema. Tenía algo en mi corazón, pero ese día no estaba tan segura de mi respuesta.
Seguí mi contacto con esas hermanas y me gustaron y decidí ir con ellas. Cuando lo dije en mi familia se asustaron porque yo desde pequeña decía que no quería ir lejos de ellos, pero aunque les costó, respetaron mi decisión.
En junio, una hermana vino a visitar y conocer a mi familia y en julio me fui al convento. Estaba muy contenta con las hermanas y mis compañeras, pero echaba en falta a mi familia.
En octubre, tuve una nueva dificultad. Falleció mi padre, tan solo un año después de mi hermano. Fue muy duro. Otra prueba más, y aunque con mucho dolor yo lo veía como voluntad de Dios. Le decía al Señor: “Señor, es muy difícil, pero si es tu voluntad, dame fuerza para aceptarlo”.
Luego mi hermano mayor también entró al convento de los Capuchinos.
Soy muy joven en la Vida Consagrada, solo llevo un año de profesión, pero soy feliz en mi vocación. Para mí es un don muy grande del Señor. Soy feliz porque el Señor me amó, me llamó y me eligió. No puedo explicar por qué quería esta vida, solo que me sentía como enamorada de Él.
También estoy muy contenta de estar aquí en España con mis Hermanas y de poder participar aquí con vosotros.





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