Queridos
todos en la delegación:
Ya ves
que escribo en una de las festividades de la Virgen y en vísperas de la
transfiguración. Yo estoy bien, y animado, a pesar de los sustos que los nuevos
miembros de la comunidad me dan con su manera de conducir. Gracias a Dios,
todos estamos bien.Continúo
contándoos algunas cosillas de por aquí, para que alguien se entere en qué
consiste nuestro trabajo misionero. Esta semana he programado ir al este de nuestra misión, más allá de las montañas,
en una zona que limita con los Turkana, y donde dicen que un buen número de
nuestra gente se ha movido en busca de oro, porque parece que sale con más
abundancia que en otros sitios. Lo cierto es que nuestras muchachas de los caseríos,
las que no van a la escuela, una vez han terminado sus labores de siembra
aprovechan la abundancia de lluvias para ir a limpiar tierra y encontrar
algunos granitos de oro que venden para compara azúcar, cremas, abalorios o
algún que otro vestido. Durante la estación seca todo eso no es posible.
Todavía no sabemos si la cantidad de oro de nuestra región es suficiente para
extracción industrial – cosa que dudo mucho, pues ya llevamos años acunando el
barro para descubrir unos gramos amarillos. Esa región donde voy de visita sé
que no está muy habitada, pero tengo que visitar a los católicos que se hayan
perdido por allá: algunos serán jóvenes que fueron a la escuela y volvieron a
sus caseríos; otros serán familias que han preferido moverse a pastos más
salvajes que lo que rodean el carretil principal de nuestra parroquia, que hoy
por hoy está abriendo más y más campos de cultivo en sus cercanías; otras serán
jóvenes esposas que han sido esposadas en esas zonas. Ya te contaré qué es lo
que descubro.
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