Carácter
escatológico de la actividad misionera
9. El
tiempo de la actividad misional discurre entre la primer ay la segunda venida
del Señor, en que la Iglesia, como la mies, será recogida de los cuatro vientos
en el Reino de Dios. Es, pues, necesario predicar el Evangelio a todas las
gentes antes que venga el Señor (Cf. Mc., 13,10.
La actividad
misional es nada más y nada menos que la manifestación o epifanía del designio
de Dios y su cumplimiento en el mundo y en su historia, en la que Dios realiza
abiertamente, por la misión, la historia de la salud. Por la palabra de la
predicación y por la celebración de los sacramentos, cuyo centro y cumbre es la
Sagrada Eucaristía, la actividad misionera hace presente a Cristo autor de la
salvación.
Libera de
contactos malignos todo cuanto de verdad y de gracia se hallaba entre las
gentes como presencia velada de Dios y lo restituye a su Autor, Cristo, que
derroca el imperio del diablo y aparta la multiforme malicia de los pecadores.
Así, pues, todo lo bueno que se halla sembrado en el corazón y en la mente de
los hombres, en los propios ritos y en las culturas de los pueblos, no
solamente no perece, sino que es purificado, elevado y consumado para gloria de
Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre. Así la actividad misional
tiende a la plenitud escatológica: pues por ella se dilata el Pueblo de Dios,
hasta la medida y el tiempo que el Padre ha fijado en virtud de su poder,
pueblo al que se ha dicho proféticamente: "Amplía el lugar de tu tiempo y
extiende las pieles que te cubren. ¡No temas!", se aumenta el Cuerpo
místico hasta la medida de la plenitud de Cristo, y el tiempo espiritual en que
se adora a Dios en espíritu y en verdad, se amplía y se edifica sobre el
fundamento de los Apóstoles y de los profetas siendo piedra angular el mismo
Cristo Jesús (Cf. Ef., 2,20).
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