Causas y necesidad de la actividad misionera
7. La razón de esta actividad misional se basa en la
voluntad de Dios, que "quiere que todos los hombres sean salvos y vengas
al conocimiento de la verdad. Porque uno es Dios, uno también el mediador entre
Dios y los hombres, el Hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para
redención de todos", "y en ningún otro hay salvación". Es, pues,
necesario que todos se conviertan a Él, una vez conocido por la predicación del
Evangelio, y a Él y a la Iglesia, que es su Cuerpo, se incorporen por el
bautismo.
Porque Cristo mismo, "inculcando expresamente por su
palabra la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó, al mismo tiempo, la
necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por la puerta del
bautismo. Por lo cual no podrían salvarse aquellos que, no ignorando que Dios
fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia Católica como necesaria, con todo no
hayan querido entrar o perseverar en ella".
Pues aunque el Señor puede conducir por caminos que ÉL sabe
a los hombres, que ignoran el Evangelio inculpablemente, a la fe, sin la cual
es imposible agradarle, la Iglesia tiene el deber, a la par que el derecho
sagrado de evangelizar, y, por tanto, la actividad misional conserva íntegra,
hoy como siempre, su eficacia y su necesidad.
Por ella el Cuerpo místico de Cristo reúne y ordena
indefectiblemente sus energías para su propio crecimiento. Los miembros de la
Iglesia son impulsados para su consecución por la caridad con que aman a Dios,
y con la que desean comunicar con todos los hombres en los bienes espirituales
propios, tanto de la vida presente como de la venidera.
Y por fin, por esta actividad misional se glorifica a Dios
plenamente, al recibir los hombres, deliberada y cumplidamente, su obra de
salvación, que completó en Cristo. Así se realiza por ella el designio de Dios,
al que sirvió Cristo con obediencia y amor para gloria del Padre que lo envió,
para que todo el género humano forme un solo Pueblo de Dios, se constituya en
Cuerpo de Cristo, se estructure en un templo del Espíritu Santo; lo cual, como
expresión de la concordia fraterna, responde, ciertamente, al anhelo íntimo de
todos los hombres.
Y así por fin, se cumple verdaderamente el designio del
Creador, al hacer al hombre a su imagen y semejanza, cuando todos los que
participan de la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el Espíritu
Santo, contemplando unánimes la gloria de Dios, puedan decir: "Padre
nuestro".
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