Misión del
Espíritu Santo
4. Y para
conseguir esto envió Cristo al Espíritu Santo de parte del Padre, para que
realizara interiormente su obra salvífica e impulsara a la Iglesia hacia su
propia dilatación. Sin duda, el Espíritu Santo obraba ya en el mundo antes de
la glorificación de Cristo. Sin embargo, descendió sobre los discípulos en el
día de Pentecostés, para permanecer con ellos eternamente, la Iglesia se
manifestó públicamente delante de la multitud, empezó la difusión del Evangelio
entre las gentes por la predicación, y por fin quedó prefigurada la unión de
los pueblos en la catolicidad de la fe por la Iglesia de la Nueva Alianza, que
en todas las lenguas se expresa, las entiende y abraza en la caridad y supera
de esta forma la dispersión de Babel. Fue en Pentecostés cuando empezaron
"los hechos de los Apóstoles", como había sido concebido Cristo al
venir al Espíritu Santo sobre la Virgen María, y Cristo había sido impulsado a
la obra de su ministerio, bajando el mismo Espíritu Santo sobre Él mientras
oraba.
Mas el mismo
Señor Jesús, antes de entregar libremente su vida por el mundo, ordenó de tal
suerte el ministerio apostólico y prometió el Espíritu Santo que había de
enviar, que ambos quedaron asociados en la realización de la obra de la salud
en todas partes y para siempre. El Espíritu Santo "unifica en la comunión
y en el servicio y provee de diversos dones jerárquicos y carismáticos", a
toda la Iglesia a través de los tiempos, vivificando las instituciones
eclesiásticas como alma de ellas e infundiendo en los corazones de los fieles
el mismo impulso de misión del que había sido llevado el mismo Cristo. Alguna
vez también se anticipa visiblemente a la acción apostólica, lo mismo que la
acompaña y dirige incesantemente de varios modos.
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