En internet está haciendo furor
un vídeo de casi cuatro minutos de duración. Lo ha colgado una organización
Christian Concern y lo han visitado en pocos días más de dos millones de
internautas. Su título es “Una carta del pueblo de la Cruz”.
Ustedes
recuerdan las espeluznantes imágenes que ofreció la televisión el pasado mes de
febrero: el degüello en las playas de Libia de 21 cristianos coptos, enfundados
en buzos color naranja, por otros tantos
verdugos vestidos y encapuchados de negro riguroso. A primeros de abril de
nuevo hubo en el mismo lugar una matanza semejante, esta vez de cristianos de
Etiopía. Uno de los verdugos de febrero pregonó el significado de tamañas crueldades;
eran una carta con sangre para el pueblo de la cruz. A la verdad, yo nunca
había oído una definición tan acertada de nosotros los cristianos, somos
efectivamente el pueblo de la Cruz.
¿Y saben ustedes
la contestación que el Estado Islámico ha recibido a su escalofriante carta con sangre?; pues el vídeo del que les
hablo. Sus autores se dirigen a los criminales ofreciéndoles el perdón de Dios;
“Vuestros sueños apocalípticos y vuestros trágicos pecados estremecen al
Oriente próximo y al mundo entero; pero el pueblo de la Cruz llama a vuestras puertas
con un mensaje”: “Detrás de vosotros va a venir el amor. Va a venir un ejército
sin tanques y sin soldados. Va a ser el ejército de los mártires que han permanecido
fieles hasta la muerte y tren consigo un mensaje de vida”.
“Si no lo
entendéis con las palabras, os lo vamos a demostrar con nuestras vidas que
ofrecemos por cada garganta que habéis segado y cada mujer que habéis
violado. Venid con vuestras manos manchadas
de sangre, venid con vuestros ojos llenos de muerte y odio al pueblo de la
Cruz. Vosotros matáis por vuestro Dios. Nuestro Dios murió por nosotros. Vuestros pecados tienen remedio
y perdón. Sin la sangre de Cristo nosotros seríamos tan crueles como vosotros”.
Este vídeo es
de veras impresionante: Una carta de amor en respuesta a quienes tanto dolor
han causado y siguen causando. Sólo desde la fe en Jesucristo puede ser comprendida
y vivida.
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