Me llama la atención
en esta tierra costera guatemalteca, tierra de volcanes y terremotos, en la que
las fincas mantienen en una estructura de semiesclavitud (colonos) a tanta
gente, cómo los niños son una expresión de vida y alegría que nunca había visto
en otros lugares.
Ni las casas de madera, con techo de latón,
suelo de tierra, propiedad del finquero, ni las condiciones de vida (sueldos,
alimentación, escuelas,…), o la enorme inestabilidad familiar son motivo para
apagar esa fuerza de la VIDA.
¡ADMIRABLE!
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