Una vez que he podido bajar de la “nube” voy a
tratar de contaros algunos sentimientos de cómo viví la FIESTA.
Juntar en una misma celebración el cumpleaños y las
Bodas de Oro sacerdotales no es coas de todos los días. Sinceramente soñaba con
pasar un día “sencillo” para poder centrarme ante la presencia del Señor y
seguir escuchándole interiormente. Pero “mi vida” veo que no me pertenece,
además de ser del Señor, es también de mis hermanos y hermanas. Con muchos días de anticipación
sentí pasos de reuniones “extrañas”. Estaba claro que había que “dejarse
querer”. Con una cierta resistencia interior le dije al Señor: No permitas que
te robe lo que es tuyo. Y los pasos cada día se sentían más cercanos… Hasta que
llegó la víspera.
Habíamos cenado y nos disponíamos a retirarnos a la
sala de la comunidad, cuando escuchamos la explosión de un cohete; estaba claro
que estaba armada toda la fiesta.
Nos dirigimos al salón parroquial. Aparentemente
estaban a oscuras, cuando estallaron de repente los aplausos y gritos de felicitación.
Me entregué de lleno a sus alegrías, no había escapatoria. Nada menos que
estaba un grupo de Mariachis que rompió con sus notas musicales a llenar el
ambiente de alegría y más alegría.
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