Esta comunidad eclesial es testigo asombrado y apenado
de que, en las fronteras del sur de Europa, son vulnerados no pocos de los
artículos incluidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Nadie
puede considerar respetuoso con la dignidad de las personas y con “su derecho a
salir de cualquier país, incluido el propio”, el que, en veinte años, las
fronteras se hayan cobrado la vida de más de 20.000 jóvenes.
Las medidas adoptadas hasta ahora por los Gobiernos de
los países europeos para el control de las fronteras del sur, han sido y son un
fracaso político y humano, pues dejan a los emigrantes en una situación de
abandono, y transforman en sarcasmo sus proclamados derechos “a la vida, a la
libertad y a la seguridad”.
Desde la fe, con esperanza, y por la caridad que nos une
a quienes padecen las consecuencias inhumanas de esas medidas, como
Iglesia...
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