La celebración
de la Jornada de Infancia Misionera, el cuarto domingo de enero, es una
invitación a las comunidades eclesiales, donde los niños se están iniciando en
la vida de la Iglesia con el conocimiento de
Jesús,
la participación en la eucaristía, la celebración de los sacramentos, el aprendizaje
de la vida evangélica y el compromiso apostólico y misionero, a poner sus ojos
en los más pequeños de la comunidad cristiana y descubrir en ellos la fuerza
evangelizadora que el Señor ha puesto en su corazón.
Que en
otros momentos de la historia. Hay millones de niños que sufren hambre - y
cientos de ellos mueren cada día -, muchos no pueden ir a la escuela, están en
zonas de conflicto bélico o son perseguidos por su fe; otros no pueden acceder
a los servicios médicos más elementales.
Los
huérfanos, los pobres, los refugiados, los enfermos y, sobre todo, aquellos que
no conocen todavía a Jesús, todos ellos, están en el centro de las oraciones de
nuestros niños.
La
Infancia Misionera, que es una de las cuatro obras de las Obras Misionales
Pontificias (la más conocida es la de la Propagación de la Fe que cada año
organiza la Jornada del Domund), tiene por finalidad al igual que las otras tres
infundir en los católicos un espíritu universal y misionero.
Pero con un matiz diferencial importante: a diferencia de las otras la
Infancia Misionera, llamada también Santa Infancia, destina todos sus esfuerzos
a los niños. O, para ser más precisos, son los niños los verdaderos
protagonistas de esta Obra misionera. No es solo una obra para los niños, sino
más bien una Obra de los niños y con los niños.
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