Obras Misionales
Pontificias (OMP) España, en nombre de los 13.000 misioneros españoles
repartidos por el mundo, se une al dolor y a la oración de la familia de Isabel
Solá y de la congregación Jesús y María, por el terrible asesinato de esta
misionera que estaba dando su vida con los más pobres, y que finalmente ha
culminado con el derramamiento de su sangre.
Con ella, cerca de 20 misioneros españoles están en Haití haciendo presente el rostro cercano y misericordioso de Dios. Sirva como muestra de esta fidelidad el testimonio que recibimos de Isabel Solá después de sobrevivir al terremoto que asoló el país.
Con ella, cerca de 20 misioneros españoles están en Haití haciendo presente el rostro cercano y misericordioso de Dios. Sirva como muestra de esta fidelidad el testimonio que recibimos de Isabel Solá después de sobrevivir al terremoto que asoló el país.
Pedimos a Dios
nuestro padre el don de la conversión de los asesinos y del perdón para todos
nosotros.
Anastasio Gil, director nacional de OMP
España
A
continuación, compartimos el testimonio que Isabel Solá nos envió en 2011,
después de sobrevivir al terremoto que asoló a Haití:
22 de Julio de
2011
Cuando volé hacia Haití hace tres años,
recuerdo el desgarro que sentí por lo que deje en África, el vértigo del salto
que me tocaba dar hacia lo desconocido y a la vez recuerdo también la
libertad que me daba la decisión de dejarlo todo una vez más por ayudar a
construir ese Reino que siempre creí que Dios tiene pensado para
nosotros.
Lo que no me podía ni imaginar cuando
volaba hacia Haití era todo lo que me esperaba en este pequeño y sufrido país.
Y esas son las sorpresas y lecciones que Dios nos tiene
preparadas.
Para empezar no me podía imaginar lo que
era realmente la miseria de Puerto Príncipe, pero tampoco lo impotente que me
iba a sentir en medio de ella. De tal modo, que al final, para poder vivir allí,
tuve que comprender y aceptar que no estaba allí para salvar a nadie o para
cambiar nada. Y ni por asomo me podía imaginar que un terremoto me iba hacer
bajar la cabeza literal y espiritualmente hasta hacerme comprender profundamente
que el único que salva es Jesús. No me podía imaginar que me iba a tocar
sobrevivir una de las mayores catástrofes de la historia y que esto cambiaría
radicalmente mi concepción de la vida, del sufrimiento, de la muerte y de la
fe.
Después de vivir algo así, he
experimentando cada día como un regalo de Dios y que no merecemos nada, todo es
don, tanto lo que consideramos bueno como lo malo: que el sufrimiento no es algo
malo que nos ocurre sino una lección que no hay que saltarse porque nos hace más
humanos y menos ambiciosos. Tras el terremoto, la tentación del desaliento y
de la queja a Dios era enorme. Estuve muy triste, desanimada, chocada y
rebelde. Me reprochaba a mi misma haber salido con vida y como muchos, me
preguntaba por qué Dios permitía algo así en un pueblo tan castigado a lo largo
de la historia. Pero el pueblo haitiano nunca tuvo esa reacción: Rezar,
aceptar, cantar y pedir fortaleza. Esa ha sido su reacción. En lugar de quejarse
y rebelarse, han pedido coraje y fuerza para llevar el sufrimiento. Tanto
sufrimiento ha hecho de ellos un pueblo tremendamente humano, humilde y
valiente. Entre los escombros volvían a plantar sus sombrillas para seguir
vendiendo y ganarse la vida. La vida continúa y Dios está con nosotros. Esa era
su única certeza. Mientras yo me lamentaba, ellos seguían caminando. Los
escuche cantar con lagrimas "Gracias, Señor!" y eso desmonto todos mis esquemas,
aun sin acabarlo de entender. No sé por que, pero aunque mi cabeza no lo
entiende, mi corazón, si.
Mi vida religiosa la siento, ahora más que
nunca, como un regalo que no merezco, así como la vida que Dios me ha querido
guardar, entiendo que mi misión en esta vida no es hacer y hacer, sino de ser y
ser.porque por muchos proyectos, trabajos, planes que esté llevando adelante,
al final lo más importante es lo que somos y no lo que hacemos. No creo que Dios
me haya mantenido con vida solo para hacer algo. porque yo no puedo salvar nada
ni a nadie pero puedo ser una hermana para mis hermanos. Y es lo único que ahora
me importa.
Tengo la curiosa experiencia de que me
falta todo y me sobra todo. Si entendéis eso, quizás es porque también, alguna
vez, os paso un terremoto por encima que os aplastó, os derrumbó, os machacó, os
hirió, os amputó . pero no acabó con lo más importante, que es las ganas de
vivir, de creer y quizás de servir. No deseo el sufrimiento a nadie, por
supuesto, pero como este es inevitable, lo que quisiera es que aprendiéramos
las lecciones que este nos da de humanidad, humildad y simplicidad que es lo que
verdaderamente necesitamos para ser felices.
Pensareis que como puedo seguir viviendo en
Haití, entre tanta pobreza y miseria, entre terremotos, huracanes, inundaciones
y cólera... Lo único que podría decir es que Haití es ahora el único lugar
donde puedo estar y curar mi corazón. Haití es mi casa, mi familia, mi
trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con
Dios.
Y si no. venid y lo veréis.
Aprovecho también para agradecer de corazón
lo que desde España habéis hecho y recogido para ayudar a Haití, soy testigo de
vuestra inmensa solidaridad y apoyo en los momentos más duros que hemos vivido.
De corazón, y en nombre de todos los haitianos,
gracias.
Isa Sola
RJM
Religiosa
de Jesús - María
Puerto
Príncipe
HAITI
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