Un
misionero español presenta la campaña nacional de Manos Unidas
OMPRESS-MADRID
(8-02-18) “Doy gracias a Dios por haberme permitido vivir la misión durante 21
años de mi vida”. Así comenzó Juan Pablo López Mendía, sacerdote diocesano de
Logroño, su intervención en la rueda de prensa de presentación de la campaña de
Manos Unidas, que celebra su Jornada el próximo domingo 11 de febrero con el
lema “comparte lo que importa”.
El
misionero español contó su experiencia en Benín, y cómo se sintió al llegar.
“Llegué y no sabía ni hablar. Aprender francés, baribá… aprender a no saber
hacer nada […]”. Además, explicó cómo al mirar por la ventana de su habitación,
se preguntaba cómo era posible que exista tanta desigualdad en el mundo. “Veía a
los vecinos que comían un día sí y otro también la pasta de maíz y nada más, que
las casas en las que habitaban eran chozas de barro y muchas de techo de paja
que solían destruirse en cada estación de lluvias, que tenían que ir a buscar
agua muy lejos de sus casas, que en caso de enfermedad no había dispensarios y
medicinas…”.
Como
misionero, explicó su trabajo en Fô-Bouré, primero desde Cáritas diocesana, y
después desde la parroquia. “Entre catequesis y Misas nos metimos en un sinfín
de proyectos que han cambiado la fisionomía de nuestra zona”. De esta forma, a
su regreso a España, cuenta orgulloso que prácticas comunes como la ablación
genital de las mujeres, y la exclusión de los niños brujos están prácticamente
extinguidas en la zona donde él estuvo como misionero. Además, gracias a Manos
Unidas trabajaron con las mujeres, para darles formación y la posibilidad de
trabajar juntas por el futuro del pueblo. También comenzaron a trabajar en la
agricultura –con el apoyo de varios tractores y arados-; formaron bancas
locales; construyeron dispensarios y maternidades; reforzaron los institutos de
la zona para que los jóvenes no tuvieran que emigrar; construyeron depósitos de
agua potable en las plazas… “Pero si ha sido una gozada la realización de estos
proyectos, más gozada es aún el hecho de que son los jóvenes de las localidades
beneficiarias los que han hecho el milagro. […] Estamos hablando de
empoderamiento, los beneficiarios son los que tienen que apropiarse de sus
proyectos. Manos Unidas u otras organizaciones pueden hacer muchas maravillas,
pero si no son asumidas por beneficiarios como propias, no durarán en el
tiempo”, explicó. “Hace tan solo nueve meses que dejé aquellas tierras. Y una
parte de mi corazón… ¡sigue allí!”
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